Escribir.

Escribir sobre todo, escribir sobre nada. Escribir. Dejarse llevar por las letras, las hojas, la tinta, el teclado. Describir lo que pasa, describir ese colectivo vacío en la madrugada, describir las lágrimas de la cebolla, las risas del alcohol, la luz de ese proyector que no proyecta ni ilumina mi vida. Los fideos de ayer. Las cosas que pasan eternamente hasta que no pasan más. Y no habrá más pena ni olvido. Sólo la pizza fría del día anterior. Y el ruido de estas teclas que suenan como banda sonora de una noche que se tendría que haber terminado hace demasiado.

Pero alguien tiene que escribir.

Y yo escribo.