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yo!!

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Rosario, Argentina
Guionista, dibujante, coreuta y aprendiz de bruja.

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Las inspiradoras aventuras de Ricardo Talio (guión de historieta)


 Este es el guión original del capítulo piloto que dio origen a la tira diaria del Diario La Capital: http://lasaventurasdelnegroking.blogspot.com/

Así exactamente se lo pasé a un amigo para que la dibuje (porque él lo va a hacer mejor que yo, el señor Gabriel Keppl).
También se lo pasé a Carlos Trillo (y le gustó o.o) así que estoy bastante orgullosa de este guión en particular. en fin, ahí va:

SERIE: Capítulo unitario.
TÍTULO: Las inspiradoras aventuras de Ricardo Talio
TEMA: Aventura
LUGAR: Ciudad de Rosario, Argentina.
ÉPOCA: Actualidad.
CANTIDAD DE PÁGINAS: Cinco.



PERSONAJES:

Ricardo: Un periodista de unos treinta y pico, cuarenta años, un tanto desaliñado. Está tratando de dejar de fumar, así que fuma cigarrillos que no le gustan y se la pasa comiendo chupetines que sí. Tiene una novela a medio escribir desde hace años, pero no sabe cómo seguirla.

Musas: Son mujeres que vuelan, etéreas, redonditas, curvadas, hermosas, de pelo largo que ondean en el viento, algo así.

Las Otras: Son más bien masculinos, bien cuadradotes, como prismas rectángulos andantes, a lo Trillizas de Belleville. Visten trajes grises, oscuros, siempre tiene cara de amargados. Van armados con redes caza-mariposas, con las que atrapan la inspiración.
*Chiste interno: otras y musas usan las mismas teclas del celular para escribirse (68727)
*Ni las musas ni las otras son seres humanos, así que sé libre de jugar con su apariencia.

Clío (El Informante): Es quien le manda la data a Ricardo, sólo se comunica con él a través de medios digitales, así que nunca aparece una imagen suya. ¿Por qué está acá entonces? Bueno, es un personaje más, o no?
*Clío es la musa de la historia en la mitología griega, pero esto ya lo sabías, verdad?



Página 1

1- PG de la calle, Ricardo caminando pensativo, fumando y lamiendo alternativamente un cigarrillo y un chupetín (respectivamente).

(Ricardo piensa): Pucha, se me hizo tarde, necesito una nota para mañana, no se que cocinar hoy, y todavía no terminé mi novela…

2- Mientras corre al colectivo, suena un “Bip-Bip” de su celular.

(Ricardo piensa): Los celulares siempre suenan en los momentos más incómodos…

3- Mientras con una mano se agarra a la manija de la puerta del colectivo que ya está acelerando, con la otra sostiene el celular, y entre los dedos, el chupetín a medio comer, el cigarrillo a medio fumar, y la tarjeta de colectivo a  medio usar.

4- Se ve en su mano el celular con el mensaje de texto que dice:
“Querés conocer el lugar del que surgieron TODAS las historias? Clío”







Página 2

1-Ricardo en oficina, sentado frente a una PC antigua y destartalada (con antigua léase de los 90’s)

(Ricardo off): De ahí en más, mi informante Clío y yo nos comunicamos por mail, debido a la corta extensión de los mensajes de texto.

-Siguientes viñetas: Distintas imágenes de las musas, describiendo lo que dice el texto. No hace falta que  aparezca más detallado que unas formas sombrías, porque Ricardo se las va a encontrar más adelante. Agrupalo como te plazca.

(Ricardo off): Me contó el secreto que mueve a los artistas, la preciada inspiración, y como es transportada de un lado a otro por las Musas.

Estos seres se reúnen en lugares favorecidos, como las calles de BsAs, el Monumento a la Bandera, el Río Paraná, a veces en abril…

Y se reparten la inspiración para llevársela a los artistas que la buscan con empeño, o la dejan regada en lugares específicos, como la luna, un perro callejero, o el lunar del pie izquierdo de una mujer.

Pero hay quienes arruinan esto. Las Otras, (que no tienen nombre porque nunca se les ocurrió ninguno) incapaces de percibir la belleza, roban la inspiración, y la esconden en lugares secretos.
Me contó que cuando alguien olvida lo que iba a decir, es porque hay una Otra robándose nuestra inspiración.







Página 3

1- Ricardo parado frente a un galpón abandonado, medio destruido, feo.

(Ricardo off): Y el dato interesante fue, el lugar donde tienen escondida esa inspiración.
(Ricardo piensa): Acá.

2- Una vez adentro, se sorprende al ver montones de Otras llevando bolsas llenas de inspiración a una gran caja de madera en el centro del galpón, que está lleno de vigas de metal, rieles, ganchos, etc.

3- Se agacha detrás de unos toneles y sigue mirando a los seres. Un “Bip-Bip” onomatopéyico interrumpe el globo de pensamiento.

(Ricardo piensa): Tengo que encontrar una manera de robarme toda esa inspiración… estoy seguro de que sería suficiente para terminar mi novela… sólo tengo que acerarme sigilo---


4- Plano similar al anterior, sólo que esta vez todos los Otras lo están mirando enojados.

(Ricardo): Mierda.

5- Ricardo corriendo desaforado mientras todas los Otras lo persiguen encolerizados armados con poderosas redes para cazar mariposas.





Página 4

1- Ricardo corre dado vuelta para ver a los Otras que lo persiguen.

2- Se tropieza con unas maderas que estaban apoyadas en ángulo con una de las columnas de metal.

3- las maderas caen sobre la gran caja de madera que contenía la inspiración, que se rompe y ésta empieza a liberarse saliendo volando por todos lados. (la inspiración se ve como un vapor rosadito-verdoso, aunque puede cambiarse)

4- Los Otras se desesperan y empiezan a correr por todos lados para capturar la inspiración que sale volando con sus redes. Van saliendo del galpón.

5- Ricardo queda solo, tirado en el piso, mirando sin entender todavía.

(Ricardo piensa): Creo que la cagué.

6- Se acerca a los restos de la caja, donde todavía queda un poco de inspiración en estado liquido.

(Ricardo piensa): Por lo menos quedo algo…









Página 5

1- Ricardo camina por la calle hasta su casa, es una imagen parecida a la primer viñeta de la página 1, sólo que esta vez está más cansado y más desaliñado.

(Ricardo off):  Al final, no conseguí nada. No pude comunicarme nunca más con Clío, y la historia ni siquiera me sirvió para el diario, cuando la presenté me creyeron loco.

2- Se sube al colectivo.

(Ricardo off): Tuve que escribir a los apurones una nota sobre la fabricación del queso para no perder mi laburo.

3- Mira por la ventanilla del colectivo.

(Ricardo off): ¿Mi novela? Jamás la terminé. Sigue sin ocurrírseme nada, y tengo miedo de usar la poca inspiración que conseguí robar. ¿Mirá si no me alcanza? 



 
Mercedes Grazzini Insua
Musa: Plober

In:

Mi encuentro con Rodolfo Cesar Delgado, alias “El Mono”

Este es un cuento viejísimo (del 2007, tenía 16 años) pero lo quiero publicar porque fue un desafío. Durante una exposición de historietas, un amigo me dijo "bueno, yo te hago un dibujo, pero vos escribime algo mientras", y otro amigo aclaró "dale, y que empiece con la frase 'fui a comprar una gaseosa y me atendió un mono' ". Así que, no dudé en poner manos a la obra y escribir esto que (pese a ser medio malo) no deja de ser divertido. Además, lo escribí en media hora como mucho, sin corregir ni volver atrás, así que, un lindo handicap tiene. Ahí va:




Para Néstor

   Fui a comprar una gaseosa y me atendió un mono. Al principio no sabía que hacer, creí que era una broma.
­­   –¡Nada que ver! –Me contestó de inmediato.
   –Yo sé... –Siguió su relato el mono –...Usted me ve, tan bajito... tan peludo... Pero no fui siempre así. Verá, yo trabajaba en una veterinaria, vendía mascotas; mi local estaba allá por Corrientes al 3000, capaz pasó alguna vez por allí...
   –Si, si...conozco el local... –Mentí descaradamente.
   –Bueno, ahí fue donde todo empezó.
   >>Yo había perdido contacto con el distribuidor que me conseguía los animales y los alimentos. Al principio, cuando él desapareció, no me preocupé, todavía me quedaban más mascotas. Pero a medida que las iba vendiendo empecé a pensar sobre mi futuro. Busque por todas partes a alguien que me vendiera animales, y no encontraba por ningún lado. Finalmente me recomendaron a un hombre, me dijeron que podía llegar a ayudarme. No me inspiraba confianza la oferta, pero realmente estaba desesperado, así que no tuve opción y lo llamé. Se presentó en mi casa totalmente vestido de negro, con un largo sobretodo y varios cinturones en la cintura y un rarísimo sombrero le tapaba la cara, llena de cicatrices. Los precios eran buenos, las cosas que me ofrecía, mejores. Accedí.
   >>A la semana empezaron a llegar a mi casa cajas y cajas de extraños especimenes, frascos con raras plantas y cosas que supuse era comida para animales. Éstos parecían simpáticos cuando los mirabas por un rato largo. A la larga los fui vendiendo a todos, excepto a un pequeño mono al que todos rehuían y al que yo le había tomado un especial cariño. Al final decidí llevármelo a mi casa.
   >>El pequeño monito era fácilmente adaptable a cualquier ambiente, y enseguida se acostumbró a mi hogar. El único problema que poseía era la comida, extremadamente cara y que además venía en raciones muy escasas. Aún así, me había encariñado demasiado con este pequeñito peludo como para abandonarlo o venderlo. Ahorré juntando casi todo lo que ganaba con el negocio y compré una gran cantidad de la comida del pequeño mono. No era difícil dividir la comida por los días, es más, el mismo mono lo hacía. Era sorprendente la inteligencia que ostentaba. Muchas veces me impactaba la forma en que se manejaba con los artefactos de mi casa… Ahora creo que entiendo porque era eso… Quizás ahora nos parecemos un poco…
   >>En fin, un día me di cuanta de que había gastado todo mi dinero en la comida para el mono, y estaba muy hambriento, por lo que decidí comer de las galletas que comía el simio. ¡Eran tan ricas! Simplemente exquisitas. Comí otra y otra… hasta que me comí absolutamente todas las que tenía. Me sentía cansado… Con esfuerzo me acerqué prácticamente gateando a la cama y dormí, por lo que luego descubrí, fueron 3 días seguidos.
   >>Cuando me levanté me sentía extraño, no me sentía yo. Me alcé y me colgué del lavatorio del baño, y me asome al espejo. Mis ojos no concebían lo que estaban viendo.
¡Yo mismo me había convertido en mono!
   >>Al principio me desesperé, no sabía que hacer, pero ahora ya estoy acostumbrado, es lo mismo que antes, Es más, le he encontrado muchas ventajas a esto, puedo colarme en el cine por ejemplo…

   El mono frente a mí me miró cómplice, o al menos todo lo cómplice que puede mirarte un mono.
   –A todo esto, no me presenté –dijo de pronto. –Me llamo Rodolfo César Delgado, mucho gusto.
­   –Encantado, Néstor Cóceres soy… –dije incómodamente.
   –Un gusto, son dos pesos por la gaseosa.
   Pagué y salí del negocio.
   “Las historias que hay que oír…” pensé, y enseguida me dirigí hacia mi trabajo.



FIN

In:

Luces de Tren Azul

 Iba caminando mirando al piso, siguiendo la rectitud de las tablas de madera que lo conformaban, concentrándome en no perder el equilibrio mientras todo se empezaba a mover. El tren empezaba su marcha y dejaba poco a poco atrás la estación, que se desdibujaba por la ventanilla. Había otra gente en el vagón, pero sus caras estaban borrosas, lo único que alcancé a distinguir fue una remera de Sonic a lo lejos, así que me acerqué.
-Hola- me dijo una voz familiar. Era mi amigo Damián, sonriéndome desde adentro de la remera de Sonic. -¿sabés a dónde vamos?-
-No me interesa demasiado- respondí- seguro me despierto antes de llegar, viste como son los sueños.-
-No se, yo no planeo despertarme hasta llegar, además siempre había querido andar en tren.-
-¿y si le preguntamos a alguien? capaz que sabe a dónde vamos-
-¿A quién?-me dice extrañado- No hay nadie más en el vagón.-
    Me doy vuelta de inmediato y veo que, en efecto, éramos los únicos en el vagón.
-Bueno ya fue- dije mientras me sentaba a su lado, frente a una mesa puesta.
-Che, sabés qué?-dice mirando a la ventanilla- siempre pensé que los trenes tenían algo de romántico.. no sé, debe ser re lindo declarársele a alguien en un vagón de tren...- Y se me acerca peligrosamente, con la vista fija justo debajo de mi nariz.
-¡Pará! ¿Qué hacés?- Le reprocho mientras lo hago a un lado.
-¿Qué? Es mi sueño, puedo hacer lo que yo quiera.
-¡No, no podés, es MI sueño éste!
-Pucha, nunca me habían discutido así en un sueño... ni me habían rechazado tan abruptamente... generalmente te dejás besar...
-¡Ah, o sea que lo hacés seguido! ¡No sabía que eras así de degenerado!
-Tengo derecho, es mi sueño después de todo.
-Bueno, si estás tan seguro de que sos vos el que sueña y no yo, contame algo sobre El Cantar de Rolando que no lo leí y lo tengo que rendir hoy-
-¡Qué vaga que sos! Bueno, primero tenés que conocer a los personajes, están Rolando, Carlomagno, el traidor Ganelón...
-Pará un poco, primero que no me podés decir eso porque yo no lo sé, además son demasiados detalles para un sueño... ponele, el paisaje en la ventanilla estuvo cambiando todo este tiempo, y fijate los detalles de la mesa, los cubiertos... mirá acá, alguien escribió con una tricheta "Luces de tren azul"...-
-Tengo una idea... agarrá los cubiertos esos. Vamos a hacernos una marca en la mano, y el que se despierte primero es el dueño del sueño.
- Eso es una pelotudez.
-No, para mi tiene sentido... dale, total no nos va a doler, es un sueño.
Y con fuerza, nos clavamos el cuchillo en el dorso de la mano.
   Sí dolió, y mucho.
-AAAAAAHHHH!!!!!- grité mientras me levantaba de la cama de un salto y se me caían encima el reloj y todos los adornos que tengo en la repisa arriba de la cama. La mano me dolía un montón, y cuando me miro veo un terrible tajo que estaba empezando a sangrar. Seguramente el reloj me había lastimado cuando se cayó, y para colmo se había roto.
-Voy a tener que dejar de comprar esos relojes de tres pesos de calle San Luis, este es como el quinto que se me rompe...-pensé mientras me encaminaba al baño a vendarme la mano y prepararme para un día aburrido de facultad.
  
   Iba caminando para la facu cuando por la peatonal me lo cruzo a Damián, que ojeaba revistas en un kiosco.
-¡Hola Damián!- le grito y me acerco corriendo- ¿En qué andás?-
-¡Hola! No mucho, recién salgo de la facu... ¿Y vos? ¿estudiaste para tu parcial?
-No, ni a palos! voy a ver si puedo inventar algo...
-Bueno, te deseo suerte, entonces, vas a necesitar mucha!- Y cuando me da la mano, veo que está toda vendada.
-¿Qué te paso en la mano?
-No sé... me caí de la cama esta mañana, me debo haber golpeado con la mesita de luz...
-Luces de tren azul...
   De pronto él se sobresaltó.
-¡¿De dónde sacaste eso?! ¿También soñaste...?
-El tren, la gente...
-Los cuchillos...- y me mira la mano vendada...
    Nos quedamos mirándonos sin entender nada, con una sensación sin nombre que variaba entre el miedo y la emoción. Quedamos en juntarnos al día siguiente para hablar del asunto, porque se me estaba haciendo tarde para el parcial.
   Por supuesto, me fue para la mierda, no pude concentrarme; no dejaba de pensar en el tren y las lastimaduras que teníamos Damián y yo. 
   Eso no fue nada raro, pero lo que sí fue raro, fue que esa noche volví a soñar con el tren...

In:

Tristezas de un Doble A

 El ambiente estaba sereno, colmado de perfumes y sonidos, y el humo de los cigarros que se esparcía en el aire. Yo me preparaba junto con mis compañeros, subido al pequeño escenario destinado a nosotros, a un costado del salón, y mientras nos ubicábamos en los lugares y tomábamos nuestros instrumentos, una ligera agitación empezó a recorrer el lugar. Las parejas se levantaron de las mesas dejando inconclusos quizá algunos cafés, quizá algunas charlas, para empezar el ritual de antaño. Pero a mí no me interesaban todas ellas, y a medida que los compases de Cadícamo fluían a través de nuestros instrumentos, mis ojos empezaron a inspeccionar el lugar buscando los suyos. La larga cabellera negra no tardó en aparecer, y los pies, sus pies, deslizándose por la pista como mis dedos sobre las teclas del bandoneón. Yo entonces me perdía en sus movimientos, contentándome simplemente con observarla bailar. A veces, solamente a veces, nuestras miradas se cruzaban, de esa manera fugaz con la que uno mira a los ojos a alguien que pasa a su lado en la vereda. A mí me bastaba con eso, sin saber siquiera si sería correspondido, o si ella se daba cuenta de que yo la miraba, si aprobaba que la contemplara cuando ella bailaba con otro hombre. Así era todas las noches, el juego se repetía hasta el hartazgo, sin que ninguno se animara a decir nada, aun cuando las miradas se habían vuelto más recíprocas que nunca, y el vínculo era ahora constante. Hubiera sido vergonzoso acaso hablarle, arriesgarme a interrumpir esa conexión tan especial que teníamos, en la que simplemente nos mirábamos, sin compromisos, con esa intimidad que sólo se consigue cuando se está rodeado por una multitud de personas, ajenas a todo contacto. Porque ese era un momento nuestro, que únicamente nosotros compartíamos, y no importaba si ella abrazaba a otro hombre, yo sabía que en realidad muy profundo dentro de sí me estaba abrazando a mí, en esa milonga equívoca y a la vez tan perfecta. Mi papel era simple y primordial, yo sencillamente debía quedarme allí tocando, tocando para que ella pudiera bailar, para que pudiera mirarla y mirarme en su mirada. Pero entonces, de repente, era yo el que bailaba con ella, el que la abrazaba mientras ella se movía suavemente a mi lado. El que salía con ella y le pasaba el brazo por los hombros, o la tomaba de la mano a medida que subíamos las escaleras hasta su departamento; y la desnudaba por fin y me perdía en su pelo negro azabache que tantas veces había visto en aquella pista, a lo lejos, pero siempre tan cerca. Más tarde, ya compartiendo un cigarrillo entre las sábanas, seguía contemplándola, pero ya no con esa ignorante distancia, sino más bien desde un pasado común, un pasado donde nos conocíamos de antes, donde no había habido miradas o milongas distanciadas. La noche siguiente decidimos volver al lugar donde habíamos empezado. Llegamos, buscamos una mesa, tomamos y fumamos mientras los músicos ocupaban sus lugares, y la gente cuchicheaba entre sí. Nos llegó luego la noticia de que el bandoneonista había fallecido, y había sido reemplazado por otro hombre. Una foto del difunto había sido colocada en  la barra, y algunas personas se hallaban de pie frente a ella. Al ver la cara del bandoneonista, no pude evitar sentir una enorme tristeza, una sensación de haber conocido muy bien a ese hombre. Creo que ella sintió lo mismo, quién sabe por qué. Tal vez por esto, o tal vez no, dejamos poco a poco de concurrir a ese lugar. Comenzamos a circundar otros bares, a bailar otras milongas, y a compartir otras salidas. Hace un poco encontramos un departamento muy lindo, en zona sur, pensamos mudarnos allí cuando llegue el otoño.


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Lo escribí en el 2008 escuchando a Piazzola. De ahí el título.

In:

Silence (mi primer cuento en inglés!)

Silence. There was not a sound. Not even the tiniest, not even the quietest. She tried to focus, tried to listen to her own heart. But it seemed like the walls absorbed every noise, even her own breath. She was trapped there, ever since she remembered, but for no longer. Nothing they could do would stop her from achieving her first and only goal: freedom. If they only understood she wouldn't ever hurt anyone, but they couldn't. Humans tend to be afraid of everything they don't understand, everything they can't control. Even so, they thought she could be dangerous, that someone could control her power, use it against their establishment. And that's why she was prisoner there, alone, in silence. She had tried to escape before and failed, and she knew they wouldn't be gentle with her if she did it again. Nevertheless, the decision was made. They had never been gentle with her anyway.
   This was the time. Careless of the cameras or the security, she focused her mind to one of those awful white walls. Nothing happened at first, but she focused even more, closed her eyes, started feeling the anger, the pain, the loneliness, she started to hear the silence... and then the walls began breaking, first slowly, then brutally, until a great explosion destroyed what was left of them, revealing the entrance to a big corridor, with grey lines on the floor at regular gaps, making it look eternal, line after line heading directly to the vanishing point. There was no time left, no time to hesitate. She started running, knowing that no matter where she was heading, it would be better that where she was, that her effort was worthwhile. She had nothing to lose, she never had.
   And then their response came. The little white machines that were always watching, this time started shooting. She kept on running anyway, trying to protect herself from the red lasers, creating a psychic shield for her own safety, where lasers ricocheted destroying the walls and the shooting machines. Finally she got into a big, dark room. At the moment she entered, big flashes lightened up the area, discovering four enormous mirrors covering every wall. And without leaving her any time to react, a big door closed the entrance to the corridor, trapping her again.
   This was unbearable, she wouldn't allow this, not this time, she had to escape at any cost. She closed her eyes, and broke the silence by screaming, screaming out loud, like never before. She felt her power running fast through her veins, and with all her anger, started punching the mirror walls with all her strength, until she fell...
   ...Into the mirror. When she opened her eyes, was surrounded by hundred, thousands images of herself in an infinite silver space.

...

   Silence. There was not a sound. Silence was still there, impassive. But at least, she would never again...
                                                                                                                                             ...Be alone.

In:

Dos cortes en la Representación del Espacio


El arte siempre fue un espejo de la sociedad de su época y el pensamiento e ideales de sus contemporáneos. La idiosincrasia y los valores de una época modifican la manera de comprender el mundo y esto queda irremediablemente plasmado en el arte. La mirada del hombre sobre el mundo y su representación artística están fuertemente ligadas en la naturaleza humana. Aristóteles mencionaba en su ‘Poética’ el placer que produce en las personas el arte de imitar, dado que así se produce el mayor aprendizaje, y las mejores obras artísticas acaban siendo resultado de esta mimética. Por eso tiene sentido que cuando se produce un gran cambio socio-cultural, esta mímica de pronto cambie súbitamente, junto con la visión de las cosas.
   El primer gran cambio en esta representación esta dado por el paso de la Edad Media al Renacimiento, el traspaso de una cultura Teocentrista a una Antropocentrista, además de una nueva necesidad de explorar e investigar el mundo (antes aplacada por la iglesia y su línea de pensamiento que se alimentaba de la ignorancia del pueblo y lo influía a pensar al mundo como un lugar de pecado que debía atravesar puro para llegar a un paraíso no terrenal). En la Edad Media las figuras son planas y no están detalladas, el mundo está visto a través del cristal de la religión, las figuras son representativas de dios y las hazañas de los caballeros (igualmente católicos) en las cruzadas. En el Renacimiento en cambio, la mirada baja de los cielos a la tierra y se posa sobre los hombres,  y aunque dios sigue estando presente, ya no es el foco de la representación. El estudio del mundo y de la anatomía se refleja en el hiperrealismo de la figura humana, el estudio de las luces y las sombras con el claroscuro, y la técnica de la perspectiva, que sitúa la línea de visión del la imagen acorde a la del espectador del cuadro, lo vuelve partícipe gracias al concepto de cuadro-ventana y así continúa su mirada.
   El segundo corte en la representación se da a partir del siglo XIX, momento de grandes cambios en el mundo occidental. Europa sufre las dos revoluciones industriales que cambiarían el rumbo de la humanidad y darían comienzo a los tiempos modernos. Los avances en industrias, en comunicación y transporte, las mejoras en la salud (y por lo tanto en la calidad de vida) y el enfoque en la teorización filosófica y económica sin duda afectarían a la representación artística.
   El movimiento que sentó las bases para estos cambios en la representación fue el impresionismo. Los artistas impresionistas estaban de vuelta, la cultura había llegado a tal grado de conocimiento y perfección en su representación durante el Renacimiento, que lo único posible entonces era apropiarse de la imagen y deformarla a gusto, experimentar con ella. Se inicia un análisis del espacio concreto y de la percepción, se juega con los colores y las luces en un espacio dinámico y constantemente cambiante, donde las figuras contrastan con su entorno en el todo del cuadro, pero pierden la delimitación de sus contornos. Se intenta plasmar la luz,  la impresión visual de ésta, sin reparar en lo que la proyecta. Sus antecesores pintaban formas con identidad, los impresionistas, en cambio, el momento de luz, más allá de las formas que subyacían bajo éste.

In:

Drekar cap II (cuento viejo sin terminar)

Pero no para todos el día comenzó tan agitadamente. Bueno... casi.
   Era una mañana apacible como casi todas en Sag, el sol brillaba con intensidad y una suave brisa se colaba por entre los árboles como si danzase con las ninfas del bosque. Un grupo de elfos practicaba arquería en un claro entre los robles, al límite con el pueblo. Entre éstos se encontraba Mikal, un joven y bello elfo campeón de arquería que en el transcurso de la mañana (y de los últimos años) había disparado numerosas veces al blanco sin errarle jamás. Sus ojos, su mente y su corazón se concentraban en cada flecha y se regocijaban mientras esta surcaba el espacio, cortando suave pero decididamente el aire a su paso. Pero esta vez algo pasó, algo que Mikal no hubiera podido haber previsto, algo que en su ensimismamiento no pudo evitar percibir. Un dulce aroma a rosas como el que él nunca había sentido antes invadió sus pulmones y obnubiló todos sus sentidos. Esta vez la flecha no solo no dio en el blanco, sino que por poco le da en la cabeza a un elfo que por allí pasaba. Con gran nerviosismo y sintiendo como la adrenalina corría por sus venas, comenzó a buscar la procedencia de tan exótica y atrapante fragancia. No le fue muy difícil encontrarla. Una hermosa elfa paseaba por el jardín a sus espaldas y Mikal no necesitó más que verla ondear su larga cabellera en el viento para darse cuenta que su vida de allí en adelante ya no sería la misma.
   Sin dudarlo dos veces, comenzó a acercarse a la joven, maquinando a cada paso que daba, una estrategia para impresionarla. Para su sorpresa, se dio cuenta de que la joven se dirigía hacia donde estaba él, así que tratando de parecer interesante, murmuró un "hola". Mas la joven no se percató de su presencia, y siguió de largo dejando al contrariado Mikal con las palabras en los labios y una buena cara de idiota. Éste no se iba a rendir tan fácilmente, así que se acercó de nuevo a la elfa, que ya sostenía un arco y una flecha, dispuesta a disparar.
   -¿Quieres que te enseñe? -Intentó esta vez.
   -No, gracias -Musitó la bella elfa con soltura y una sonrisa acorde a sus perfectas facciones. Acto seguido, tensó la cuerda del arco y disparó una certera flecha, que fue a dar al medio del blanco donde hasta hacía instantes había estado practicando Mikal, partiendo su flecha al medio. El campeón, ahora vencido, no pudo ocultar su asombro. La hazaña había sido magnífica, nunca había visto algo así.
   -Eso... fue... fantástico...
   -Gracias -dijo la arquera con suficiencia, pero siempre con esa hipnotizante sonrisa en el rostro. Seguida de cerca por la mirada absorta de Mikal, dejó el arco en su lugar y se dispuso a retirarse de allí.
   -¡Espera! -Exclamó éste de pronto. La elfa se dio vuelta para mirarlo de forma altanera.
   -Al menos dime tu nombre...
   -Kyrah. -Contestó ésta y simplemente se marchó, dejando al anonadado Mikal parado en el campo de tiro, más confundido que ninguna otra vez es su vida.


                                    ***
 

   La espada pasó silbando por sobre su cabeza, y Kalén agradeció haber reaccionado a tiempo, o ya no tendría orejas. Los soldados que lo atacaban esta vez tenían mucha menos experiencia que los que los habían acosado a él y a Rheck hacía unos momentos. Ese escuadrón invisible que los había asediado era sin dudas la elite de la armada del emperador de Kuma. Kalén tenía esperanzas de que esos soldados no volvieran  a aparecer, ya que solo no tendría ninguna oportunidad contra ellos.
   -¡Dales con todo, antes de que alguno alerte a los otros! -Gritó Rheck desde la jaula. Y eso hizo Kalén. Acercó las manos, palma con palma a la altura de su pecho, murmurando palabras en Gensho, el idioma antiguo de los calirios provenientes de Shing. Cuando hubo terminado de recitar, sus manos ya brillaban con intensidad, y separándolas de golpe, creo una fuerte ola expansiva que destrozó tanto a los soldados como a los barrotes de la jaula que aprisionaba a su compañero.
   -Deberías ser más cuidadoso la próxima vez, podrías haberme matado a mí también con ese conjuro, ¿sabías?
   -No me sermonees Rheck, tengo todo calculado, esas jaulas suelen tener una protección especial, sino podrías haberte salido tu solo de allí.
   -Sí, pero, ¿Y si ésta no estaba protegida?
   -Bueno... Supongo que ahora estarías un poco más negro y chamuscado, ¿no?
   -No le veo la gracia. -Repuso Rheck, ante la sonrisa irónica de su acompañante. -Nos retrasamos mucho, debemos ir a buscar ese maldito objeto así nos largamos de aquí cuanto antes, este olor a excrementos que hay en torno a estas carretas me está atrofiando el olfato.
   Antes de seguir avanzando, decidieron que no era conveniente arriesgarse a que los volvieran a sorprender por la espalda, así que realizaron un conjuro de invisibilidad en conjunto. Esto les permitía ahorrar fuerzas a ambos, y les daba la capacidad de verse mutuamente, pero corrían el riesgo de que si lo descubrían a uno el otro también se vería excluido de la protección del hechizo. Se fueron aproximando cuidadosamente al carro principal de la caravana, donde seguramente estaría el objeto que tanto ansiaban conseguir, por el que ya tanta sangre había corrido. Como era de esperarse, el lugar estaba atestado de soldados, tanto calirios como un par de trols, que ni Rheck ni Kalén tenían la menor idea de lo que hacían allí.
   -Creo que acabamos de averiguar la procedencia de ese olor que decías, Rheck.
   -¿Cómo es que no los notamos antes?
   -No había pensado en eso...
   Deberían haberlos visto. Hacía tiempo que seguían la caravana, habían espiado todos sus movimientos y un trol es algo que no pasa fácilmente inadvertido. Pero ese no era momento para pensamientos profundos, debían actuar. El carro no era más que una carroza algo más sofisticada que el resto, con un par de molduras en el techo, y de un fuerte color azabache, el color distintivo del reino de Kuma. Fuera de esto, era una carroza de lo más común. En apariencia. Era evidente que estaba protegida por poderosos conjuros; claro que solo dos hechiceros de antaño como aquellos dos lobizones podrían darse cuenta. Precisarían grandes cantidades de energía para poder romper las mágicas defensas. De modo que alejándose todo lo necesario para no ser detectados, reunieron las manos y empezaron a formular juntos el conjuro. 
   Generalmente un hechicero mantiene los ojos cerrados en este rito, para una óptima  concentración, pero los años habían hecho que Rheck se acostumbrase a mantenerlos abiertos, siempre alerta. Y así fue como lo vio. No era alguien... más bien era algo. Una especie de deformación en el espacio, como la ilusión que se produce cerca de una fuente de extremo calor. Aunque esto era más que solo aire en movimiento. Allí había algo, aunque no pudiese sentir su presencia con claridad. Evidentemente, el hechizo para volverse invisible que esa criatura (o lo que fuese) estaba utilizando se había acoplado ligeramente al de ellos dos, por eso podía verlo de manera sutil. Sin embargo, la cosa no parecía haberse dado cuenta de que había sido descubierta. Ni siquiera pareció notarlo cuando Rheck susurró un clarísimo "¡Kalén, mira eso!", que considerando la corta distancia que los separaba debería haberlo podido oír perfectamente bien.  La criatura (que ahora se veía como una especie de ser de varias extremidades largas, transparente, como si estuviera hecho de algún fluido incoloro o del aire mismo) se acercó parsimoniosamente al carro que era el objetivo de Rheck y Kalén. Y así, de repente, desapareció, se fundió con éste. Pero los lobos no tuvieron siquiera tiempo para intercambiar miradas atónitas, ya que el ser salió inmediatamente, esta vez llevando consigo una poderosa fuente de energía, que era totalmente manifiesta.
   Los calirios tardaron un momento en advertir lo que ocurría en realidad. ¡El ser se estaba robando lo que ellos habían ido a robar! Inmediatamente interrumpieron el complicado conjuro que estaban realizando e intentaron perseguirlo. Solo que no estaban solos en esa tarea, los guardias del tesoro que hasta ese momento habían estado descansando, exentos de todo lo que ocurría en torno a eso que estaban ahí para proteger, descubrieron de pronto que no estaban ni tan solos ni tan seguros como creían. Soldados visibles y no visibles arremetieron contra algo que no veían, ni escuchaban (ya que el ser se movía de una forma impresionantemente silenciosa para la velocidad a la que corría) pero evidentemente sentían, el objeto que éste llevaba consigo parecía ir dejando una estela de energía en el aire. Esta vez, para variar, los dos guerreros lobos tenían una ventaja, porque al menos ellos veían al ser, no del todo claro, pero tenían una imagen de él.
   Siguieron al ser transparente seguidos de los otros soldados, por entremedio del bosque. Era una suerte que hubiera tantos soldados enemigos, pues en la confusión ninguno reparaba en el ruido de sus pasos. Mas a medida que el grupo se internaba en el bosque iban poco a poco perdiéndole el rastro a la huella de energía. Finalmente los únicos que quedaron fueron Kalén y Rheck persiguiendo a la criatura, que parecía no cansarse de correr. Evidentemente las largas extremidades que se le distinguían le eran muy útiles para desplazarse a grandes velocidades. De pronto, sin previo aviso, el ser se detuvo. Los dos lobos aprovecharon para alcanzarlo, y estaban por tirársele encima cuando éste bruscamente se dio vuelta. Por primera vez desde que había aparecido, pudieron distinguir sus ojos. Unos grandes y penetrantes ojos violetas los miraron fijamente, directo a los suyos. Eran unos ojos cautivantes, que transmitían una cierta sensación de infinito...
  Fue lo último que los guerreros vieron antes de ser derribados por el misterioso ser.


                                                ***


   Exuberantes tapices colgaban desde los altos techos cubriendo las paredes donde no había candelabros. Éstos últimos eran toda la iluminación del extenso pasillo, y era evidente que tenían algún hechizo para que la luz se propagara mejor. Gilf miró hacia arriba y se preguntó cuánto tardaría en llegar volando al techo de ese corredor. Aún para alguien como él era un techo demasiado alto. Miró los pies de el sirviente que caminaba delante suyo, guiándolo al lugar a donde se suponía que debía llegar. Hubiera preferido ir solo, pero corrían rumores respecto de los castillos de los gobernantes de los reinos del continente Drekar; sobre pasadizos, trampas y guardianes que protegían a los reyes de cualquier peligro. Se preguntó si el emperador de las siniestras tierras de Falá no tendría al legendario Cancerbero escondido en alguna parte del castillo. Sacudió la cabeza tratando de espantar esas ideas, no debía olvidar que el espía venía precisamente de esa región, y ahora debía mantenerse tranquilo para informarle a su rey lo ocurrido, y lo más seguro era que éste lo enviara al nefasto archipiélago. Solo cuando llegaron al final del interminable pasillo, el sirviente se retiró, dejando solo a Gilf frente a la ornamentada puerta de roble que separaba la oficia del rey del resto del mundo. Llamó a la puerta con un solo sonoro golpe del puño y la puerta se abrió. Dentro lo esperaba su majestad Retgh, sentado en un ampuloso sillón, detrás de un escritorio.

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Drekar cap I (cuento viejo sin terminar)

 -Se acercan -Dijo.
   -Ya es hora -Contestó el otro.
   Una figura salió de entre las sombras. Tenía una forma vagamente humana, pero no hacía falta mirarlo con demasiado detenimiento para percatarse de que en realidad se trataba de  un cánido. Su cuerpo blanquecino estaba completamente cubierto de un espeso pelaje, diseñado evidentemente para climas más fríos que en el que se encontraban. Tenía una cabeza semejante a la de un lobo, con unos ojos amarillentos que denotaban su fiereza, aunque ahora se encontraban llenos de inseguridad. Era, al igual que el otro, lo que en ese extenso continente se llamaba calirio.
   El primero lanzó un suspiro:
   -¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Rheck?
   Kalén miraba perturbado a la figura a su lado, aún sumida en la oscuridad. Al inicio del viaje había estado convencido de su deber, pero ahora hacía varios días que estaba siendo asediado por los nervios. Su compañero, en cambio, parecía muy seguro de lo que estaban por hacer. Quizá los años que Rheck tenía más que el otro lo habían vuelto más duro, más dispuesto a afrontar cualquier situación que se le interpusiera en su camino. Kalén tenía, pese al explícito silencio del otro, la certeza de que las cosas que éste había visto durante la guerra lo habían marcado. Ahora haría todo lo posible para cumplir con esta misión.
   -No hay otra opción, depende de nosotros.
   Pero no era una respuesta. Sus ojos no apuntaban a su acompañante, sino que estaban fijos en la caravana que avanzaba lentamente varios metros bajo sus zarpas, al pie de la pequeña montaña, con dirección a las oscuras tierras de Kuma.
   Y saltaron.
   Cayeron en la base del risco donde se encontraban, cerca de una pequeña carreta, arrastrada por soldados enemigos.
   -¡Ahí están, atrápenlos!
   Sosteniendo con fuerza sus espadas, los dos guerreros arremetieron contra sus recién aparecidos contrincantes. Peleaban muy bien juntos. Mientras Rheck le profería un fuerte espadazo a dos calirios, el otro se las ingeniaba para esquivar los golpes del grupo que lo rodeaba y confundirlos lo suficiente para dirigirles un hechizo o dejárselos a Rheck para que éste los derribase. Pero tan concentrados estaban en la lucha que no repararon en los fuertes ruidos a pisadas que producía otro montón que se acercaba a ellos por la espalda, usando un hechizo de invisibilidad. Antes de que pudieran siquiera reaccionar, el nuevo grupo cayó sobre ellos. Kalén, tal vez por ser más joven, pudo escapar fácilmente, pero Rheck fue capturado.
   -¡Vete Kalén, déjame aquí!
   Éste, haciendo caso omiso a la orden, agudizó el oído para percibir la ubicación de los recién llegados, sabiendo que solo debería asestarle un golpe o un hechizo a uno de ellos para volverlos visibles a todos. Pero cuando se dirigió a uno de ellos, recibió el fuerte impacto de varios chorros de energía desde distintos lugares alrededor suyo. Él creía haber localizado a todos los soldados enemigos, pero evidentemente (y se había dado cuenta de la peor manera) no era así. ¿Cuántos había realmente?
   -¡No seas tonto y huye mientras puedas!
   La voz de Rheck se oyó por sobre el tumulto invisible. Pese a que odiaba tener que abandonar a su compañero, Kalén decidió que no tenía más opción, así que dio un gran salto y escapó, corrió por entre los árboles, esquivando los haces de luz hasta que no pudo más. Cayó pesadamente al suelo y muy enojado, lo golpeó con el puño. Ya estaba cansado, esta guerra estaba durando mucho tiempo, además, no entendía como podían estar luchando contra otros seres de su misma especie. Pero ahora lo importante era idear un plan y volver por Rheck. Tenía que rescatarlo, lo necesitaba para lograr su cometido, la misión que los había llevado hasta allí. Eran los únicos sobrevivientes del ejército de hechiceros que había sido convocado años atrás, cuando el emperador de Kuma había mostrado su interés en el artefacto que ahora ellos dos buscaban. En realidad, nadie sabía cuáles eran las verdaderas intenciones del emperador; es más, nadie conocía siquiera su apariencia, pues él solo dejaba acercarse a su castillo a quienes estaban autorizados. Era comprensible, ya que en el pasado los calirios habían dominado casi todo el continente, pero con el avance de otras razas, quedaron agrupados en solo dos reinos, Kuma y Shing. Y ser desconfiado significaba asegurarse su reinado.
   Kalén se puso en camino. Ahora la caravana estaba lejos, puesto que había perdido tiempo urdiendo un plan. Finalmente, luego de una travesía por el bosque, la alcanzó. Debía apurarse, no faltaba mucho para que llegase a la ciudad, y si no robaban el objeto que habían ido a buscar antes de que eso pasara, con seguridad habrían fallado. Corriendo muy silenciosamente y por las sombras, llegó al carro donde debía estar cautivo Rheck. Fue acercándose lentamente a la jaula del prisionero. Era difícil moverse por las sombras siendo totalmente blanco. Podría haber lanzado un hechizo de invisibilidad, pero sabía que le convenía guardar fuerzas por si se desataba una pelea. Llegó sin problemas, ni siquiera se gastó en golpear los barrotes con su espada, pues sabía que tenían un escudo mágico, lo sentía. Se preparó para lanzar un conjuro, cuando un centinela lo descubrió.
   -¡Nos atacan, nos atacan! -Gritó.
   Varios de los soldados que por allí se encontraban se acercaron y desenfundaron las espadas, listos para embestir.
   Kalén lanzó un suspiro. Miró a los soldados, a sus manos, que aún apuntaban a los barrotes, al carro donde se encontraba Rheck y de nuevo a los soldados.
   -Oh, bien... -Fue lo último que alcanzó a decir antes de lanzarse contra ellos.


                                    ***

   -Perímetro revisado, no hay registros de magia negra.
   El sol ya brillaba en Suluu, en el extremo oriental del continente, donde nada se sabía sobre guerreros calirios o emperadores recelosos. Suluu era un lugar tranquilo, uno de los mayores reinos gobernados principalmente por humanos, y donde éstos, para variar, vivían en armonía con otras criaturas mágicas. Es más, era la única región donde se aplicaba una pseudo democracia entre distintas especies; así, luego del rey, el resto de los cargos de aquella región podían ser ocupados por humanos, grifos, dragones, o cualquier especie de suficiente inteligencia. La vida se llevaba bien en esa zona de grandes y modernas ciudades;  y aquel día, como era costumbre, el comandante Gilf se encontraba haciendo su ronda matutina en busca de magia prohibida o cosas semejantes. Como no había encontrado nada, daba por finalizada su tarea, por lo que se dispuso a volver al cuartel; no sin antes hacer gala de sus habilidades en el vuelo haciendo un par de piruetas. Esa era la razón por la que era comandante, alguien como él podía tener el cargo que quisiese, sin embargo, a él le gustaba la acción. Siendo gobernante, por ejemplo, se limitaría a quedarse encerrado dando órdenes, sin nunca tomar partido directamente en las disputas. Ya cuando iba a aterrizar, escuchó una vocecita en su cabeza que lo llamaba.
   -¡Señor, comandante Gilf, responda!
   -¿Qué sucede?
   -¡Hemos encontrado... un espía! -El hombre parecía muy agitado -Un espía... ¡de Falá!
   El archipiélago de Falá es la zona más occidental del continente Drekar, y es también llamado "La Flama del Dragón", por la gran actividad volcánica de las islas. Todos sus habitantes son resistentes al calor: trols, ogros, golems y dragones de lava, entre los cuales se hallaba su tiránico emperador. Todos seres poderosos y de poco sentido del humor; a Gilf no le agradaba la idea de tener uno cerca, y mucho menos como enemigo. En poco tiempo se encontró sobrevolando el Cuartel General de Defensa de Suluu. Aterrizó e inmediatamente se transformó a una forma humanoide. Varios de los soldados o cabos allí presentes se quedaron mirándolo boquiabiertos. No conocían a Gilf.
   Gilf medía unos dos metros, tenía cabeza de pájaro y una abundante melena cubría sus hombros, herencia paterna. Los brazos eran como los de los humanos, pero terminaban en unas poderosas garras de halcón, con uñas retráctiles. Insólitamente, poseía patas y cola de tigre, y unas grandes alas. Era un grifo, pero no un grifo común, no, él era especial y lo sabía. Era, en realidad, una cruza entre un grifo macho y una tigresa, y eso le daba cierta superioridad, además de otorgarle algunas otras habilidades, aun así, le traía aparejadas algunas desventajas. Cuando se enfurece su lado salvaje se descontrola y despierta su bestia interior, y en ese estado es capaz de hacer cualquier cosa, como ya había comprobado muchas veces en el pasado.
   Sin dudar se dirigió a los calabozos, donde estaba el espía. Había varios guardias delante y a los costados del encapuchado prisionero; lo estaban interrogando. En cuanto lo vieron entrar, los guardias se movieron y le quitaron la capucha. Los ojos de Gilf se llevaron una gran sorpresa. Era un calirio. ¿Calirios y dragones de lava? ¿Aliados? Esto era nuevo. Por el color del pelaje debía ser de Kuma, pues es más oscuro que el de sus hermanos de Shing.
   -¿Pudieron obtener algún dato?
   -No, nada más aparte de su procedencia, se niega a hablar. Dice que preferiría morir a traicionar a su señor.
   -¿Su señor? ¿El emperador de Kuma? ¡JA! Parece que al fin se despertó de su "hibernación" -Dijo Gilf en tono burlón, para probar a ver si provocándolo podía obtener algún dato de utilidad. Hacía años que no se sabía nada del misterioso gobernante; nada desde su antigua campaña para encontrar un extraño objeto de naturaleza desconocida, pero que se sabía encarnaba un gran poder. Se decía que aun estaba en su búsqueda, pero las comunicaciones de un reino a otro se habían vuelto escasas desde hacía unos años.
   -¡No te rías de mi señor! ¡Él podría hacerte pedazos con los ojos cerrados!
   -Eso lo dudo -Contestó el comandante con frialdad. Tenía ganas de mostrarle al otro su poder, pero se contuvo. No podía permitirse bajar a su nivel.
   -Ahora bien -Gilf no quería perder más tiempo -¿Qué hacías en estas tierras?
   -Lo único que voy a decir... -Empezó el calirio -...es que más vale se preparen. ¡Tu, grifo traidor, gobernado por un humano! ¡Rodeado por ellos! ¡Debería darte vergüenza! ¿Cómo es que no estás en Monuma con los tuyos?
   A Gilf se le erizaron los pelos de la melena y sacó casi sin querer las garras.
   -¡¡Perro estúpido!! ¿Cómo te atreves a decirme traidor? ¡Te voy a hacer tragar esas palabras!
   -No voy a darte ese gusto- Respondió el calirio con desprecio, y antes de que cualquiera de los que estaba en esa sala pudiera reaccionar, soltó uno de los brazos de las ataduras que los guardas le habían impuesto y se cortó el cuello con sus garras. No fue un espectáculo muy agradable, sobre todo para aquellos que nunca habían estado en la guerra, y por lo tanto, no estaban acostumbrados a ver morir a alguien frente a sus ojos. Gilf lanzó un bufido y le ordenó a los guardas que limpiaran el desastre que el calirio había dejado en el lugar. Se retiró del calabozo y fue hasta su oficina donde se encerró a pensar.
   Maldito calirio, maldita gente! ¿Por qué todo el mundo se las ingeniaba para no dejarlo superar un pasado que tanto lo había atormentado? Al llegar a este reino lo único que había buscado era empezar una vida nueva, huir de sus recuerdos, pero aun así seguía habiendo personas que no hacían más que recordárselos, por mucho que quisiese escapar. Aun podía ver el rostro enfurecido de su padre esa noche, luego de golpear a su madre, hecho que despertó ese lado salvaje que Gilf juró nunca más volver a mostrar. Los sucesos de ahí en adelante se vuelven borrosos, con pensamientos confusos y visiones teñidas del color rojo de la sangre. La acción siguió con una lucha encarnizada contra su padre, en la que se ganó una cicatriz que cruza su ojo derecho; y que por suerte no le ha quitado la visión del mismo. Fue luego de esto que se produjo todo. Empezó justo luego de este momento la sucesión de hechos que marcarían a fuego la vida de Gilf. Furibundo y lastimado atacó a su padre con una fuerza que no sabía que tenía y le causó una herida que luego provocó su muerte. Por supuesto nadie entendió las razones de Gilf, y consideraron que había sido un arrebato sin razón,  y fue desterrado sin piedad, por ser un salvaje, un mestizo. Todavía cuando cerraba los ojos podía escuchar las voces de los de su pueblo, los que antes había considerado sus amigos, insultándolo, gritándole en la cara la dura realidad, que él no pertenecía allí y nunca lo había hecho. Que él no pertenecía a ningún lado.
   Ahora él se sentía a gusto, había encontrado un lugar donde vivir, donde no era excluido, donde sentía que encajaba. Por eso le daba tanto odio cuando las personas le hacían recordar lo que él era en realidad: un híbrido.
   Mas ahora necesitaba concentrarse en lo que acontecía. ¿Qué demonios hacía un calirio trabajando al servicio del emperador de Falá? Y lo más importante, ¿qué hacía espiando Suluu? "Los humanos no son gran cosa", pensaba Gilf; entonces, ¿Qué motivos tendría para andar husmeando? Tenía que informar a su majestad Retgh de esto. Y según sus órdenes, salir a investigar.

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Cuervo negro

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Google es el gran hermano

Acabo de postear en mi perfil algo sobre la serie Jekyll de la BBC. (Que por cierto, es muy buena, ya haré un informe de ella)  Y ya sale señor Facebook a proponerme que capaz que me guste la página de un (bar?) llamado Hyde, en México. WTF? Y eso que no conoce el bar de acá de Rosario. Te juro que a veces me asusta que internet sepa tanto de mí. Internet sabe qué música escucho, con qué amigos hablo más, sabe mi ideología política y los chicos que me han gustado. Sabe que no sé buscar porno y a qué dibujantes les copié ideas (se llama tributo, che!)
... Asusta, la verdad que asusta...

In:

El mundo es una mierda

Falleció Carlos Trillo!!
No lo puedo creer, no lo quiero creer.
Pensar que crecí leyendo sus historias, que aprovechaba cada vez que visitaba la ciudad para ir a verlo, para escucharlo dar esas charlas o entrevistas maravillosas; uno sentía que podía quedarse horas escuchado sus anécdotas...

El año pasado durante la CrackBangBoom le dí uno de mis guiones para que lo leyera, y él no sólo lo hizo, sino que al día siguiente me buscó para comentarmelo, darme consejos... Todo eso significó un montón para mí, y el saber que no lo voy a poder escuchar más es terrible :(
Y yo que soñaba con algún día poder dibujar uno de sus guiones...
Es una enorme pérdida para la cultura argentina.

Estoy hecha pelota :'(