(Ensayo para Filosofia sobre teogonías y cosmogonías)





“En el principio, no había nada, sólo oscuridad, Y Dios dijo: ‘¡Hágase la luz!’ Y la luz se hizo…” claro que, no a todos los dioses les fue tan fácil crear al mundo. El dios cristiano creó todo lo que conocemos en seis días, y hasta se tomó el último para descansar (uno se pregunta qué es lo que estará haciendo en este momento). Si bien uno podría decir que no le fue tan mal, veamos cómo hicieron otros dioses:
   En los mitos vikingos del origen del mundo, el primer ser viviente fue el gigante Ymir, nacido del enfrentamiento de los dos polos en los que se había dividido la nada original, el frío Niflheim, y el ardiente Muspellheim. Ymir durmió durante muchísimo tiempo hasta que acabó por solidificarse, dejando tras sí varios hijos nacidos de su sudor. Mientras tanto, en los hielos que aun quedaban en Nifheim, surgió una vaca blanca gigantesca, que lamió los hielos hasta formar con ellos a los primeros hombres, que criaron a los dioses primordiales, Odín, Vili y Ve, quienes mataron a los temibles hijos de Ymir, y con sus cuerpos y el del gigante, formaron los ríos, las montañas y los valles. Es interesante este mito por el dato curioso de que aquí los dioses creadores del mundo son en realidad, hijos de los hombres (Como diría Nietzsche, “El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza.")
   Algo que me llama la atención del dios cristiano en comparación con los otros (sobre todo en comparación con religiones politeístas) es que pese a la consabida frase “Dios nos creó a imagen y semejanza”, es el dios que menos se parece a nosotros. Pocas veces demuestra sentimientos fuertes, más que un poco de bronca a juzgar por la cantidad de castigos que impuso a los hombres en los primeros capítulos del mundo; y por sobre todo, nunca se siente solo. En el antiguo Egipto, todas las leyendas concuerdan en el relato de la tristeza del dios creador que, viviendo en la oscuridad y el silencio, anhelaba un poco de compañía y vida, y por esto engendró dos hijos a partir de su saliva. El caso más extremo de esto es definitivamente la mitología griega, donde dioses, diosas y héroes mantienen entre sí constantes relaciones de amor y odio, rivalidades, traiciones y lealtades. Veamos cómo hicieron ellos para organizarse:
   Según Hesíodo, en primer lugar existió el Caos, luego Gea y Eros; mientras que del Caos surgieron Érebo y la Noche, y a su vez de esta el Éter y el Día. Luego Gea creó a Urano, con quien se unió para dar a luz (entre otros) a los titanes, entre ellos Cronos, quien urdió un plan con Gea para vengarse la las crueldades cometidas por Urano hacia su madre y hermanos. Luego Cronos, como ya proclamado dios de los titanes, recibió una premonición del oráculo advirtiéndole que sería derrotado por uno de sus hijos, lo que lo llevó a engullir uno a uno a ellos, hasta que sólo quedo Zeus, escondido por su madre Rea en la isla de Creta. Zeus decidió entonces rebelarse contra el poder de su padre, obligándolo a escupir a sus hermanos, y se enfrentó aliado con ellos contra los titanes, primeros gobernantes del mundo griego, para finalmente salir victorioso e iniciar la era de los dioses del Olimpo.
    Es llamativo como todas las religiones o mitologías tienen su propia explicación del comienzo del mundo. Es evidente que esto es algo que intrigó a los hombres desde siempre, y cualquier mito que se precie debe empezar por el mejor lugar por donde se puede contar una historia: el principio. Y esto no es casual dado que en el pensamiento mítico, lo cotidiano se aclara gracias a los mitos y las acciones llevadas a cabo por los dioses “al principio”; son esos mitos y esas fantasías las que sirven para explicar el porqué del mundo como lo conocemos, el porqué de las normas, costumbres y valores de cada sociedad. Como diría T. Pratchett, los humanos necesitan de los mitos para ser humanos, para ser el lugar de encuentro entre la divinidad caída y el simio en ascenso. Y es por medio de pequeñas fantasías, inclusive el Ratón Pérez o Papá Noel, que uno aprende a creer luego en las fantasías más grandes, como la verdad, la justicia, el honor. Uno tiene que creer en cosas que no son verdad, sino de que otra manera podrían llegar a serlo?
 
Sin embargo, como cuenta J. Vernant, no sería sino hasta principios del siglo VI, que Tales, Anaximandro y Anaxímenes instaurarían una nueva forma de analizar la naturaleza y de describir el origen del mundo, sin fuerzas sobrenaturales ni fantasías.
   Para ellos, todo forma parte de una unificación del universo, una pseudo “Madre Naturaleza” llamada Physis, que operaba entonces, en los comienzos, como operó siempre, explicando los acontecimientos primitivos a través de los cotidiano; al contrario del pensamiento mítico. Aun así, la raíz mitológica pisa fuerte en estás teorías: detrás de las máscaras de “elementos” se perfilan divinidades mitológicas, que ya no poseen el aspecto de dioses individualizados, pero continúan siendo potencias animadas, cargadas de justicia y sabiduría (“la naturaleza es sabia”). Además, siguen situando el origen en una masa informe (Caos para Hesíodo, Ápeiron para Anaximandro, Migma para Aristóteles) de la que van alternativamente surgiendo parejas de opuestos, lo oscuro y lo luminoso, lo cálido y lo frío… que delimitan el mundo en campos diversos: el cielo brillante y cálido, el aire oscuro y frío, etc. Y vuelve a verse la separación entre cielo y tierra (que se ve en otras mitologías, por ejemplo, la japonesa/shintoísta) y la generación sexual, embriológica de la vida. No obstante, pese a esta transparencia de conceptos entre el mito y la filosofía, no hay que dejar de valorar el cambio en la mentalidad de los filósofos, que por primera vez, ven al origen y orden del universo como un problema explícitamente planteado, al cual hace falta darle una respuesta razonable y susceptible de ser expuesta y debatida entre los ciudadanos.
   Entre las distintas cosmologías, las más importantes son:
  • El cosmos de Thales: el universo era un plato cóncavo lleno de una gran masa de agua, en la que la tierra conocida por los griegos yacía flotando en medio del caudal de agua. Todo esto estaba cubierto por cielo, y más allá del cielo sólo había más agua. Hay un parecido entre este cosmos y el mito del origen de los egipcios, donde el universo estaba formado por “las aguas primordiales” (Num) de donde salió una colina desde donde comenzó la vida.
  • El cosmos de Anaximandro: para el momento que Anaximandro planteara sus teorías, se estaba viviendo una revolución cultural en Grecia gracias a la Astronomía,  que provoca una geometrización del mundo físico, y una nueva manera de ver y entender el universo. Anaximandro plantea que a la tierra como centro, rodeada por tres anillos llenos de fuego, y con agujeros en su superficie, que nosotros veríamos desde la tierra como los astros y planetas.
  • El cosmos de Anaxímenes: fue el más avanzado, describiendo una tierra esférica rodeada por los planetas y el sol, que giraban a su alrededor en órbitas circulares. Describió los estratos de la tierra, de gran utilidad para los cultivos, y fue el primero en pensar que la tierra poseía una “atmósfera” respirable.
El cosmos de Anaximandro se diferencia de los otros dos, principalmente, por no considerar a ningún elemento superior que los demás (para Thales era el agua, para Anaxímenes el aire) sino que la supremacía era exclusiva de la ley de equilibrio y reciprocidad constante. El Ápeiron, del que surgió todo, representa precisamente eso, la igualdad entre los elementos. Sin embargo, en este cosmos el equilibrio no es estático, sino todo lo contrario, cada potencia va turnándose en su estadía en el poder, y sucesivamente, va dominando a las otras para ser luego dominada a su vez; por ejemplo, en la sucesión de las estaciones, el ciclo de la vida y la muerte, los procesos en el cuerpo del hombre.
   Por sobre todas las cosas, creo que estas primeras cosmologías sirvieron, sobre todo, como un puente, un punto de conexión que choca con el mito en sus inicios, y desemboca en las ciencias y la filosofía o la razón. Gracias a que se hayan transitado estos caminos en el pensamiento, se dejó a un lado la mitología, las divinidades y la personificación del mundo que nos rodea, para encontrar (o buscar aunque más no sea) su origen verdadero, natural, racional.